Nunca necesitaste a nadie para vivir ni siquiera te fijaste qué había a tu alrededor. Desesperado mirabas las paredes de tu habitación y gritaste muy fuerte, pero nadie te conoció.
Y ahora tendrás que seguir cargando tu cruz por el resto de tus días, por el resto de tus días.
Creías que la balanza estaba siempre a tu favor y lo mejor de todo era que sólo lo creías vos. Sólo si diste algo, algo podrás recibir y el amor que esperas sólo depende de ti.
Y ahora tendrás que seguir cargando tu cruz por el resto de tus días, por el resto de tus días.
Por el resto de tus días, por el resto de tus días.